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¿Es el libre albedrío una ilusión?

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Por milenios, los filósofos han discutido la posibilidad de que exista eso que llamamos el libre albedrío, típicamente definido como la libre elección de escoger entre posibilidades alternativas y cuyo contrario viene a ser el determinismo causal. Este último no es un enemigo oscuro ni oculto, sino uno que conocemos bien. Es la conexión entre eventos pasados que producen los eventos presentes y futuros (que entendemos parcialmente a través de las leyes naturales). ¿Pero este camino único entre punto A (pasado) a punto B (la acción presente) resulta entonces en un engaño? ¿Es el libre albedrío una ilusión? Hay tela que cortar.

Retrocedamos un poco. Primero no es una cuestión de blanco y negro. El tema es que en parte creemos que tenemos el dominio completo de nuestro contexto y las opciones que tomamos, pero estamos siempre condicionados parcial o gravemente por factores diversos. Algunos de estos pueden ser los patrones de evolución del propio aparato cognitivo (como hemos explorado en extensión en Wondrus). Otros factores pueden ser la ansiedad, el autismo, la depresión, la esquizofrenia, en grados diversos. Quizá la misma disponibilidad de elecciones a nuestra disposición y el contexto o la cultura influyen. Pero no porque hayan cosas que nos impidan estar en un pleno control de TODO pasamos, ipso facto, a decir que estamos determinados por completo.

Calvin Hobbes Free Will

Vamos a lanzarles dos interpretaciones, con el objetivo de sembrar la duda más que imponer una respuesta.

El libre albedrío en evolución

En su libro Freedom Evolves, Daniel Dennett argumenta en parte que el tema del libre albedrío es una cuestión de información. El universo encarna tantas posibilidades en un momento dado que asumir que la ley de la causalidad (algo A provoca algo B) invalida el libre albedrío ignora la abundancia de posibilidades que existen. Como fuerza contraria, la información. Mientras más seamos capaces de conocer un fenómeno, por ejemplo el lugar donde caerán los rayos en un campo que estamos a punto de cruzar, más posible será actuar en consecuencia y evitarlos. Nada más lejos que la inevitabilidad trágica de una obra de teatro griega.

¿No es cierto que cualquier cosa que no esté determinada por nuestros genes debe estar determinada por el ambiente? ¿Qué más hay? Está la naturaleza y la crianza. ¿Hay algún X adicional que contribuya a lo que somos? Está el azar. La suerte. Este ingrediente extra es importante pero no tiene que venir de las entrañas cuánticas de nuestros átomos ni de una estrella distante. Está todo alrededor nuestro en el constante lanzamiento de monedas de nuestro mundo ruidoso, automáticamente llenando los vacíos de especificación que quedan sin llenar por nuestros genes ni por las causas relevantes de nuestro ambiente.

Como colofón, mientras más evolucionamos en nuestra capacidad cognitiva de aprehender esas grandes cantidades de información, ganamos terreno progresivamente para nuestro libre albedrío.

Rehabilitación de la voluntad

Al analizar una serie de “enmiendas” que la tecnología podría permitir para enmendar o reparar nuestro libre albedrío, el escritor Walter Glannon se pregunta lo siguiente:

Puede que el libre albedrío no tenga nada que ver con el universo [las opciones disponibles] externo y todo lo que tiene que ver con cómo el cerebro habilita o inhabilita nuestro comportamiento o pensamientos. ¿Qué si el libre albedrío recae en lo interno, en cómo el cerebro exitosamente genera y sostiene las dimensiones fisiológicas, cognitivas y emocionales de nuestros cuerpos y mentes – sin tener que ver con el mundo externo?

Para él, la mejor forma de estudiar el fenómeno es a través de los desórdenes neurológicos y psiquiátricos que resultan de un mal funcionamiento de los circuitos neuronales. Por ejemplo, un paciente de Parkinson encontrará difícil de controlar (ejercer su voluntad) sobre sus movimientos impulsivos, o un obsesivo-compulsivo de limitar sus pensamientos intrusivos y cierto tipo de comportamiento repetitivo. “Si pensamos sobre el libre albedrío como la capacidad de planear y actuar sin compulsión o limitación física o mental, estos desórdenes representan un espectro en que se ve parcialmente inhabilitado”, escribe Gannon.

Para él, el enfoque es a lo interno. Para Dennett, a lo externo. Dejamos ambas ideas para que las piensen.

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