Sam Harris es mejor conocido por sus arrebatos públicos en contra de las religiones que por los argumentos sobre la intersección entre moral y ciencia que realmente son el fondo de sus ideas. No es difícil entender que El fin de la fe es un mejor título para lanzar una carrera como escritor de bestsellers que su más reciente Waking Up: Guía a la espiritualidad sin religión y que de haber invertido el orden de publicación, su impacto habría sido menor. Pero es en este último donde el ateo profesional se permite investigar con un poco más de profundidad las raíces intelectuales de la moral, la religión y, en base a su experiencia, la luz que la ciencia puede arrojar sobre ambas.
Su historia no implica una reconversión, pues sigue considerando “a las religiones como ruinas intelectuales, mantenidas a un enorme costo social y económico”, pero sí un redescubrimiento de las verdades psicológicas que se encuentran en ellas. Este es el mismo sentimiento que demuestra casi un cuarto de la población mundial que se describe como espiritual, pero no religioso.
Aunque la fórmula desespera a creyentes y ateos por igual, separar la espiritualidad de la religión es algo perfectamente razonable. Es defender dos verdades importantes de forma simultánea: nuestro mundo está hendido por doctrinas religiosas que toda persona educada debería condenar, y que sin embargo, hay más qué entender sobre la condición humana de lo que la ciencia y la cultura secular generalmente admiten.
Parte del problema de hablar de una espiritualidad no religiosa es que el término ha sido cargado de contenidos super diversos, desde los conceptos vacíos de muchos libros de auto-ayuda hasta la meditación, del uso de ciertas drogas hasta las experiencias místicas de algunas filosofías alternativas. El problema es que ninguna otra palabra enlaza el espectro de experiencia que abarca la contemplación y los esfuerzos que cada persona hace por inducir estados de conciencia fuera de lo común, su relación con la vida moral, los hábitos y las virtudes, como lo hace el término “espiritual”.
Imagen por Brainpickings/Explore
El problema es que usualmente, se nos presentan las alternativas contrarias de idealizar estas experiencias de trascendencia o de negarlas por completo como fábulas de estados de conciencia ordinarios, pero mediante nuestro entendimiento de la psicología podemos integrarlo. Si partimos de que el “yo” tiene una naturaleza bastante ilusoria, cómo nuestra memoria y nuestros sesgos moldean nuestra realidad y cómo la felicidad es un tema contingente a la mente de cada quién, este pasaje de Harris tendrá más sentido:
Nada que un cristiano, un musulmán o un hindú pueda experimentar – amor que trasciende el ser, éxtasis, gozo, luz interna – constituye evidencia a favor de sus creencias tradicionales, básicamente porque son lógicamente incompatibles la una con la otra. Un principio más básico debe estar en operación … El sentimiento que llamamos “YO” es una ilusión. No existe un “yo” distintivo o un ego que vive como el Minotauro en el laberinto del cerebro. Y el sentimiento de que sí existe puede alterarse o eliminarse por completo. Aunque experiencias como la trascendencia del ser son generalmente discutidas en términos religiosos, no hay nada que en principio, sea irracional acerca de ellas. Desde un punto de vista filosófico y científico, marcan un entendimiento claro de cómo es la realidad…
Pero la confusión que nos deja la sospecha de que ese pequeño Minotauro interno no existe se convierte en una oportunidad, si tan solo resistimos la tentación a tomar las respuestas de la religión organizada por verdad absoluta.
La pregunta surge naturalmente: ¿Hay más vida que esto? ¿Será posible sentirse mejor (en todo el sentido que “mejor” pueda tener) de lo que nos tendemos a sentir? ¿Es posible encontrar un gozo duradero a pesar de la inevitabilidad del cambio? La vida espiritual empieza con una sospecha de la respuesta como positiva. Y un verdadero practicante de la espiritualidad es alguien que ha descubierto que se puede estar en paz con el mundo sin ningún motivo particular, incluso si es por un tiempo limitado, y con tal paz que pueda decirse de él que ha trascendido las barreras aparentes de su persona.
Waking Up profundiza en las herramientas que nos dejan acercarnos a ese objetivo.
Imagen de portada por Dadu Shin.
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